Después del surrealismo, el mundo artístico se topó con una nueva locura, que desafiaba una vez más las leyes de la academia: el arte abstracto. En los últimos años, han surgido numerosas disputas entre las formas tradicionales de hacer arte y las nuevas formas de hacer arte.
En realidad no debería existir ningún enfrentamiento para ver que forma de realizar arte es mejor y cual no, lo importante es el proceso creativo y el contenido del discurso que presenta el artista en cada una de las obras; de hecho, esta lucha comenzó en un círculo externo al arte, no por rechazo entre artistas, quienes solo utilizan los medios para crear, experimentar, transformar y difundir sus ideas en obras, sino la gente dedicada a vender y presentar arte (historiadores, críticos, curadores, etc.) y siempre lo han hecho a lo largo de la historia del arte, pues los artistas .
No importa el formato ni lo efímero o permanente que sea la obra. En la medida en que el artista va reconociendo otras obras ya sea bibliográficamente o tenga una experiencia cercana con obras originales, involucrándose tanto plástica como visualmente, adquiere otro tipo de percepción. Es el mismo artista quien se dedica a experimentar con las nuevas tecnologías para realizar sus propuestas, además siempre se contrapone a los parámetros de una época anterior.
El arte abstracto nos abrió las puertas a una nueva experimentación y acercamiento al arte; obras que se hicieron para ser presenciadas, experimentadas o vividas; obligando al espectador a reflexionar sobre el contacto sensorial y emocional con la obra, no sólo con los ojos, ahora varios de sus sentidos interactuarán e incluso serán capaces de crear arte en conjunción con el artista, mejor conocidos como performances, intervenciones en el espacio, land art, etc.
Bajo la premisa conceptual, donde todo puede ser considerado arte, tal vez podemos plantearnos la posibilidad de abrir nuestra percepción donde la investigación, los oficios y la cotidianidad puedan llegar a extenderse hacia esta posibilidad.

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