miércoles, 29 de julio de 2009

El futuro de la inteligencia artificial divide a la Ciencia

La idea de que surja espontáneamente un sistema informático autoconsciente de las interconexiones de miles de millones de ordenadores y redes informáticas se remonta en la ciencia ficción por lo menos a Dial F for Frankenstein, de Arthur C. Clarke: una historia corta clarividente que apareció en 1961 y pronosticaba una red telefónica cada vez más interconectada que espontáneamente actúa como un recién nacido y conduce al caos global, a medida que va tomando el control sobre los sistemas financieros, de transporte y militares.

Hoy día, la inteligencia artificial, que antes era exclusiva de los escritores de ciencia-ficción y los excéntricos de la informática, vuelve a estar de moda y a atraer la atención de la Nasa y de las empresas de Silicon Valley como Google, así como de una nueva oleada de startups que diseñan todo tipo de cosas, desde los motores de búsqueda de la próxima generación a las máquinas que escuchan o que son capaces de andar por todo el mundo.

El concepto de ordenadores superinteligentes, máquinas con “una inteligencia mayor que la humana”, se denominó La Singularidad en un artículo de 1993 escrito por el científico informático y escritor de ciencia-ficción Vernor Vinge. Alegaba que la aceleración del progreso tecnológico había llevado “al borde de un cambio comparable al de la aparición de la vida humana sobre la Tierra”. Esta tesis encuentra eco desde hace mucho aquí, en Silicon Valley.

La inteligencia artificial ya se utiliza para automatizar y sustituir algunas funciones humanas con máquinas movidas por ordenador. Estas máquinas pueden ver y oír, responder a preguntas, aprender, extraer conclusiones, y resolver problemas, la IA hace referencia a máquinas que serán autoconscientes y superhumanas en su inteligencia, y capaces de diseñar ordenadores mejores y robots más rápidos que los que diseñan los humanos hoy. Según dicen, un cambio así llevaría a una gran aceleración en los avances tecnológicos de todos los tipos.

La idea no pertenece sólo al terreno de los autores de ciencia-ficción; una generación de piratas informáticos, ingenieros y programadores han llegado a creer profundamente en la idea de un cambio tecnológico exponencial como explicaba Gordon Moore, cofundador del fabricante de chips Intel.

En 1995, el doctor Moore describió por primera vez cómo el número de transistores en los chips de silicio se doblaba repetidamente con cada nueva generación tecnológica, lo que condujo a una aceleración de la potencia informática. Desde entonces, la Ley de Moore, que no es una ley de física, sino más bien una descripción del ritmo del cambio industrial, ha llegado a personificar un sector que vive al ritmo de internet, donde el próximo gran invento siempre está a la vuelta de la esquina.

Hace varios años, el pionero de la inteligencia artificial Raymond Kurzweil llevó la idea un paso más allá en su libro de 2005, “La Singularidad está cerca: cuando los humanos transcienden la biología”. Intentó expandir la Ley de Moore para acompasar en lugar de sólo procesar la energía y simultáneamente pronosticar con gran precisión la llegada de una evolución post-humana, que dijo que ocurriría en 2045.

Esto ha despertado el asombro y la incredulidad entre los tecnólogos de la cultura de la ingeniería, y algunos de ellos describen el romance de Kurzweil con las supermáquinas como una nueva forma de religión.

El autor de ciencia-ficción Ken MacLeod definió la idea de la singularidad como “el éxtasis de los obsesos de la informática”. Kevin Nelly, un editor de la revista Wired, señala: “La gente que pronostica un futuro muy utópico siempre piensa que va a suceder antes de que mueran”.

Algunos autores que han observado el poder cada vez mayor de la tecnología informática están aún menos tranquilos sobre el resultado del futuro. El diseñador informático William Joy, por ejemplo, escribió un ensayo muy pesimista en Wired en 2000 que alegaba que es más probable que los humanos se destruyan a sí mismos con su tecnología que que creen una utopía ayudados por máquinas superinteligentes.

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